jueves, 2 de diciembre de 2010

#6

Veo el amanecer de los sueños frustrados. Sin olvidar todavía que durante la noche entera, ella bailó haciéndose su propia música. Quién me quitará la tontera de no haberla acompañado…Quién pudiera aún más que eso, y hacerme sentir digno de siquiera mirarla.
Será que esa esencia de alegría, esa mística pero ineludible certeza de felicidad, trae consigo un conjuro para quienes la presencian. Y yo que no camino sin pensar cuál pie va adelante, entre certezas soy como el mozo en el festín, no disfruto al servicio de la duda…
Pasan los años y el tiempo sigue quieto. El momento sigue intacto, su pelo volando por  detrás y cayendo sobre su hombro, su sonrisa comenzando a enfriar, y finalmente sus ojos congelando todo con su brillo. Aquello que insinuaba un “adiós hasta nunca”, fue en mi cabeza la sentencia a la eternidad del arrepentimiento.
Lamento no haberme sentido lo suficientemente valioso para acompañarla, pero estoy seguro que mi compañía solo hubiera opacado su luminosidad. Y aún más seguro estoy, de que seguirá siendo feliz, allí en el movimiento de los segundos, allí en la realidad.