domingo, 10 de julio de 2011

#9 / #8.1

Y con qué sentido imaginaría, el mundo en eterna tuya compañía, la risa llevando el hilo por la cornisa, bordeando al precipicio, de bordes y de locos, nos vestimos y le huimos a la seriedad, lo último que queda es la conversación, por qué lo imaginaría, si en este instante la eternidad se vuelve redundante.
Al pasar mis ojos por los tuyos, sobran motivos para retener, en palabras estas sensaciones, pensar en recordar espontáneas memorias, algún día, cuando en realidad estés jugando en mi cabeza, primero a que sos eterna, después a que nunca exististe, y ahora a que yo no existo.
Y quizás hubieran sido apoesiadas (poner en poesía) tus miradas, pero no hay quien ponga en tinta lo divino, ni en música tus quejidos. No hay geométricos versos que satisfagan tus implícitas demandas en mi destino, ya lo intenté, no hay caso.
Por lo pronto y por lo menos, la ropa de loco no me queda chica. Y hay quien se queja del ridículo, como si lo normal fuera bueno. Esta es otra oportunidad, para confirmar mis votos en el misantrópico desquicio, de creer por creer, de seguir en círculos, de vivir del imaginar y de palabras no escritas.
Llenar el olvido con presentes reiterativos. Deja vus. Alguien en tu lugar, como la vez anterior. Desconfiar de lo imaginado sería perder la fe. Y vivir sin fe es contradictorio. En estás paradojas siempre me encuentro, pero irónicamente prefiero encontrarme a estar perdido en irrisorias nostalgias, y esto me causa gracia, porque añorando es mi primer verbo.
Y en esta descarga una pizca de tranquilidad, un pedazo de tiempo no perdido, inversiones en el soñar, creer en lo increíble, indefinido, fugaz, entre luces, poder comunicarse, con nadie... O con uno mismo, aunque en tu juego ahora no exista.