martes, 7 de febrero de 2012

#15


Quisieras elegir, sacar palabra de tus acciones, y viceversa. Sentar historia, y verla desde arriba, con gesto demandante. Es que ya no hay tiempo para reproche alguno, es que ya no hay tiempo en general. Por tus venas corre el remordimiento hecho sangre, hecho peste, viaje sin regreso.
Aún, aún existe, y quisiéramos creer, esto compartimos, que las letras sigan formando palabras, en eterno atestiguamiento. Pero por costumbre aceptaremos, que se queda corta la realidad, para cumplir nuestras expectativas. O qué o quién, de frente hacia nuestros versos hechos polvo, hechos moléculas, desde el fin de los tiempos podrá devolvernos uno a uno nuestros momentos, para contagiarse nuestras risas, nuestros dolores, nuestra aún más infinita ignorancia, y perderlo todo de nuevo.
Yo quisiera estar en tus sueños, como vos estás en este; Devolverte vitalidad, entereza, y la capacidad de seguir soñando. O aunque sea me gustaría mirarlos por la ventana, recordar la calidez que alguna vez tuviste en carne, verte abrir tus alas, volando bajo, por donde solíamos encontrarnos. Así, abrazar la nostalgia como si fuera un hijo criado por extraños, forzadamente alejado y finalmente reencontrado.
Pero no se trata de querer, al quiero le robo el lugar el deber. Debemos sobrevivir, mezclarnos en realidades y emborracharnos hasta el zozobro. Se trata de pretender, de no ser, de ponerse las ropas de una figura, un símbolo estoico; de romper en trivialidades, lo que la imaginación nos marca, buscando la aceptación de la mezcla, encajando como mejor se pueda de engranaje. Y cuánto antes que yo entendiste todo esto y marcaste el fin, cuánto antes te abordó lo conformista.
Te despido con el corazón:
Triste y confundido, tembloroso candor
Quién robó de tus manos
No posee explicación
Te preguntas dónde, por qué
En eterna nebulosa, ineludible obsesión…
Ya la raíz fijo lo que florecerá marchito
Lo que en vana emulación
Apagará los fuegos de sus almas
Y aún así en cenizas
Forjará nostalgia su precipitación
Quién, Quién aún te preguntas
Quién finalmente asesinó tu amor
El tiempo afiebrado arrimó una respuesta:
Quién sino, a eso que llaman razón.