lunes, 26 de noviembre de 2012

#24

Partida el alma, vuela en dirección opuesta a los sentidos. Se aleja al canto desgarrado del corazón. Ya no cuenta con la unión al cuerpo, al compromiso vital. Nuestras esencias se distancian a pasos agigantados, dejando sin aliento al universo en expansión. Quiso ser ley de vida la separación y separar contacto, amor.
El consuelo está en encontrar regocijo en el pasado, en pasar el tiempo atando cabos hasta llegar al presente. O dar riendas a la imaginación en algún punto; inventar destinos, cambiar los rumbos que elegimos. Y así en romance o lúgubre desamor, cambiar toda esta “nada” por algo que deje atiborrados de colores a los espacios en blanco acomodados por la rutina. En esos momentos poéticos donde todo parece latir, vibrar a la frecuencia correcta, encontrarte veraz, candente y hasta pura, sorprendiendo a la belleza misma con tu existencia, poniendo en duda su definición.
Pero siempre en juego entran las naturalezas, y sobre todo yo no soy un buscador. Me mortifica la vergüenza, el admitirte como punto débil, tenaz devoción. El orgullo hace estragos en ambos bandos, el prejuicio completa el círculo de nuestra taimada pasión.
Entonces tiempo y vida, en constante contradicción; buscan en mi mente formar un concepto sostenible, de moderada aceptación, en pos de permitirme dar un paso adelante y volver a caminar. Este mar de desahogos llega a su fin. y la última ola deja el último secreto en orillas de la Poesía.

Amor, palabra inagotable
deseo del deseo,
argumento único de la pasión.
Somos medio y no fin,
somos o fuimos,
conductores vivos en consumo,
brasas del querer,
desagotando el calor acumulado
creando seres a semejanza
dando paso a la continuidad,
lugar al tiempo y a las cenizas,
al olvido mismo.
Y así reducir nuestra existencia
a un instante, un fugaz abrazo,
al eco de nuestra unión...