en el momento
drástico pero emancipado
del yo autómata se dicta:
pasar de las horas lentas
prácticas del día de día y del día de noche:
luces amarillas o
blancas
que atraviesan
cada esfuerzo cada molécula
tenaz de la persiana
dejando un rastro de sombras
sin carácter en la pared;
el vuelo bajo de una calandria
que no me detecta o
me ignora
y roza los pelos de mi
pierna acostada sobre la otra
en el medio de la terraza;
al daño acumulado
y al llanto de todas
las nimiedades:
frescura;
fuego que se imparte
acto reflejo e injusto
tacto ambiguo indiferente producto del
desconsuelo;
al
¡ruido!;
los golpes del mar la
risa sumergida y salada que precede
la misma potencia
en cada etapa de la vida;
y silencio del cuerpo frágil
una vez victorioso:
conforme;
perdonar y entender
cada contexto;
tomo a gusto lo que queda
el acto desinteresado de amor
de dejarnos una parte: hueco
en la dimensión del lenguaje
donde podemos
acurrucarnos