domingo, 24 de diciembre de 2017

sinespácio

dondemirástestábayo
siempresobrándoenel
sítiosinsonídosentádo
sílladéntrodelacásazúl
dondenosadoptótravez
lagánadecreérenálgoy
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sinprejuíciosintocárte
sálvolabrúmafugitíva
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2 comentarios:

  1. Es raro Marto. Las navidades convoca a creyentes y no creyentes. Tira a escribir lo que escribís. Se siente la necesidad de colgar alguna guirnalda en la puerta, tal vez para atraer a la familia o vaya a saber para qué. Colgar otra en el cuaderno de notas, discutir con la Academia. Y después está el misterio del muérdago. La leyenda cuenta que debajo del muérdago se debe besar a la pareja y a los amigos, ya que esto significa dar profundidad al romance, a las amistades. Todo hay que registrarlo en el cuaderno.

    Bueno a mí, debajo del muérdago, después del beso, se me apareció la poesía.

    Vean ustedes mismos:

    La poesía aparece como el muérdago del antidiscurso, el antimétodo, el antiorden. Está en condiciones de decir con más diafanidad que el discurso lógico, pero sin sus limitaciones. Tiene más libertad y, por lo tanto, le acechan mayores peligros.

    Establece otro orden de cosas y valores, desencadena un tipo de experiencia totalmente particular; una comunicación que compromete lo más importante del individuo de sus comunidad.

    Es posible que, justamente por todo esto, se rechace la poesía. No da seguridades, como dan el discurso, la lógica, la razón; no es ella apta para temperamentos simétricos. Todo contacto con la poesía es aventura, inseguridad. Hablar en términos de poesía es más que conversar, es internarse en un terreno que se desconoce; es sentir que a uno le aplican leyes de un juego que ignora. Por eso tratamos de eludirla y lo que es miedo o sorpresa, lo llamamos desinterés o desgano; incluso se llegan a encontrar argumentos que intentan demostrar que el asunto de la poesía es totalmente inútil. Así que se prefiere no frecuentarla. ¡¡Jesús mío, no todos lo entienden!! Todo hay que registrarlo.
    Juan Disante

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