lunes, 7 de noviembre de 2011

#11

Por qué el temor, por qué elegirlo, una y otra vez.
Es lágrima de acero, sangre de recelo. De un momento a otro, tu indiferencia es la suma de todas las indiferencias.
Me apiada de mí, la soledad total, única, mortal. Buscamos caminos, en un mundo de eternos laberintos. Y me enredo en prosas, cuando necesito las reglas de la poesía. Las no reglas. Necesitamos el error, para entender que no entendemos.
Cual siervo desorientado
Blanqueo deseos negros
Alejándome del montón
Olvidando en caminata
El hostigamiento mental
Del no querer más
Del querer volver a ser música con los demás, parte del concierto. Aunque haya que alejarse para poder volver.
Tratar de encontrar sentidos no tiene sentido. Repetir palabras en una frase para acentuarla, tampoco. Solo quita la agonía la descarga, el desahogo, la fiesta descontrolada de la tranquilidad interna. Y por qué no dejar un lugar para los vicios, como los conectores al final de cada párrafo, las preguntas, la intención de no tener intención pero fallar siempre, otra vez la repetición, repitiendo. Darle lugar al arte, la locura, la autocrítica.

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