domingo, 13 de noviembre de 2011

#12

Ella aún no se decidía, el color le daba a la vida, lo que su constante melancolía desteñía. Quería escapar de los extremos, excesos de blanco y negro, de esa superficial dicotomía. Pero así vivía, así vivían en su entorno, o cuán suyo pudieran considerarse.
Daltónico su amor, hacía cómplice a su inconciente, enajenando los tintes,  transformando lo repulsivo en aguantable, lo retorcido en reparable, el accionar sin sentido, el egoísmo,  en rutinas, lo normal, la “realidad”.
Ahora mira atrás, y recuerda el verde de la libertad, cuando vivía su vida y no la de alguien más. Y mira un poco más cerca y en su vida hay gris, todo el gris. Por qué habría de cuestionar, lo que en su momento pensó, o pensó que pensó, y dio resolución, si había elegido blanco de profesión, negro de sentimientos, negro de olvido, blanco y negro de camino, y a no pensar en encontrarse con lo creativo.
Es triste esta ironía, la joven que una vez fue, “pintor” de pintores, que creaba gamas enteras con solo emitir palabra, que supo enamorar al amor, aún sin conocer al beso. Es triste hasta el llanto, que aún no decida volver a ver, que destiña, que califique en binaria mirada.
Quién será testigo de su retorno, cuán feliz será su mundo a partir de ese momento, cuanta vida imprimirá en su ser. Alegría es solo una palabra, pero debería ser explicada no en palabras, sino con solo mostrar su sonrisa. Ella va a volver, y a todos cuanto loco nos ha dejado al privarnos de sus colores, nos volverá la cuerda mirada, nos devolverá la esperanza, el contagio, la razón para mirar estrellas y ver más allá, a través del cristal. Observaremos fijamente el verde libertad de sus ojos, para romper realidades y nunca conformarnos.

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