Cómo sentirás la quietud, la amarga soledad, en la que
la noche nos encuentra.
Y esperar la luz a ojo abierto, la esperanza, como
quien no recuerda.
Corre el tiempo y nos deja enterrados, despistados.
Como sal que se diluye en agua, nuestras historias se
esparcen en lo actual, lo nuevo, lo calculable.
Ahora “somos” nos une solo por compasión, por no
variar una costumbre.
Somos lo que quedó después del incendio. Somos polvo
aglutinado para darle forma a la incoherencia. Y nos juntamos para vernos los
unos a los otros, comprender la gran hipocresía de la razón, de las relaciones,
y reír, y llorar, y sufrir, y disfrutar…pero nada, nada con certeza.
Yo soy el mar. Llevo y traigo mi tristeza,
Vos sos el río. Y no tenés conciencia.
Pero eso es lo que te trae
Eso nos condena.
En la mezcla un poco de pasión
Hasta ser uno, perdiéndote.
E ir y venir
De orilla a orilla
En agónica armonía.
La espuma luego de la rompiente, tus sonrisas, flotan
sobre mí, sobre ti…tan lejos como las estrellas.
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