Orilla de buenas intenciones
dando entrada a mares,
de infinita turbación.
Nada ahora el fuero
desnudo y sin dirección
respirando de tanto en tanto
por instinto de perduración.
Luego la ley que rige sobre el tiempo,
la espina gruesa y mortal,
hunde al fondo los resabios,
ahoga al vicio mismo,
hasta purgar toda contradicción.
Entonces con el perdón
llega un día el fin
y el polvo diluido se aglutina
generando un cuerpo,
un bote de recuerdos,
a prueba de inmersión.
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